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Sección 12. Planificar un programa de alfabetización para adultos

Ejemplo # 1: Retratos de algunos alumnos adultos reales 

Katia

Katia, su novio y sus dos hijos pequeños vivían en una granja. Contaban un automóvil que a veces funcionaba, varios animales y el cheque de asistencia social de ella. Cuando la hija mayor cumplió tres años, Katia notó que la niña estaba aprendiendo a leer y esto le dio pánico…porque ella no sabía leer en absoluto. Su hija estaba cerca de superarla siendo aún una niña que recién había comenzado a caminar. Motivada a un grado que nunca hubiera soñado, Katia condujo su viejo Volkswagen tres veces a la semana para asistir a clases en un programa de alfabetización en el pueblo más cercano, un viaje de ida y vuelta de unos 65 km. Katia supo por primera vez que era gravemente disléxica. Armada con este conocimiento, una buena dosis de inteligencia y una firme determinación, se propuso aprender a leer. Luego de tres años, habiendo comenzado las clases con un vocabulario de lectura de doce palabras, Katia tomó y aprobó los cinco exámenes para obtener el certificado equivalente al bachillerato. La lectura aún no era fácil para ella, y probablemente nunca lo será, pero podía leer y entender lo que quisiera.

De acuerdo a lo dicho por Katia, la parte más difícil de su aprendizaje fue darse cuenta de que ya no tendría que mentir. Se había acostumbrado tanto a esconder las cosas y a engañar a las personas para esconder su imposibilidad de leer, que había comenzado a mentir y actuar hipócritamente aun cuando no tenía razón alguna para hacerlo. “Tuve que mudar toda mi personalidad” dijo.  Kate ha tomado algunos cursos universitarios  y ahora trabaja para una agencia local de servicios sociales.

Paulo

Paulo tenía 18 años, pero muy gastados. Sus padres lo habían echado de casa hacía tres años y había desde entonces sobrevivido en las calle por sí mismo, involucrado en cosas que ningún adolescente debería conocer nunca y en las que no debería participar. Una vez que ya era lo suficientemente mayor como para no tener que esconderse del sistema de bienestar social infantil (al que temía más que a la calle), se dirigió a un programa de alfabetización después de haber intentado volver a la escuela, lo cual sencillamente no había funcionado. Un consejero de la escuela le había dicho a un funcionario del programa de alfabetización que Paulo era “el peor muchacho que había visto en su vida”. El libro que Paul estaba leyendo –por placer- cuando llegó al programa, libro que probablemente había robado, era “Cien Años de Soledad” de Gabriel García Márquez. Paulo, quien, lejos de ser un problema, mostró ser divertido, simpático y extremadamente inteligente– se instaló en una clase de preparación para obtener el certificado equivalente al bachillerato, trabajando ocasionalmente, pero más a menudo hablando de su sueño de ir a Costa Rica. Después de algunas semanas, para disgusto de los funcionarios, Paulo desapareció no sólo del programa sino también de la zona. Nadie sabía a dónde se había ido…hasta que se recibieron una postal de Costa Rica. Seis meses después, Paulo estaba de vuelta, bronceado y listo para hacer las cosas en serio. Arraso con los preparativos para los exámenes de bachillerato, los aprobó y desapareció nuevamente. El programa no tuvo contacto con Paulo hasta seis años después, cuando apareció de visita con su hija. Esa vez, ya tenía esposa y una familia, un grado de maestría y un trabajo como consejero en un programa para jóvenes, en el que estaba “tratando de que los chicos no pasen por las cosas que yo tuve que pasar”. 

Denise

Denise había sido catalogada como “retrasada mental” desde que tenía 4 años. A sus veinte años y en un matrimonio violento con un hombre mucho mayor, había llegado al programa de alfabetización para aprender a leer mejor e intentar obtener su certificado de bachillerato porque su marido quería que ella “aportase algo de dinero”.  Ella sabía leer a un nivel aproximado al cuarto grado, no sabía escribir en absoluto y no conseguía resolver ni siquiera un problema aritmético sencillo. Usaba ropa vieja y a menudo rota, caminaba mirando al suelo, nunca veía a nadie a los ojos y mantenía su pesado cuerpo encogido como para protegerse. Comía constantemente comida chatarra.

Denise se hizo parte de un grupo de apoyo de mujeres y su nivel de lectura comenzó a mejorar. Se descubrió que tenía un problema de memoria de corto plazo, lo cual le impedía recordar secuencias, la raíz de sus problemas con las matemáticas. Entre ella y la maestra desarrollaron algunas maneras de manejar sus dificultades y comenzó a aprender también matemáticas. Con el aliento de otros estudiantes, Denise comenzó a vestirse mejor y a pararse de forma más erguida. Abandonó muchas de sus características de “retraso mental” y empezó a perder peso. Finalmente consiguió una orden de restricción contra su marido y se mudó de la casa. Continuando su progreso, Denise fue escogida como una de las voceras del alfabetismo en una estación de TV local. Apareció en un aviso de servicio público en el que se veía desenvuelta y feliz, y hablo de lo mucho que había aprendido y de lo mejor que se sentía consigo misma. Luego de que el saliera al aire varias veces, extraños en la calle la detenían para decirle lo impresionados que estaban y lo felices que se sentían por ella.

Denise había sido lo suficientemente fuerte como para dejar atrás a un marido violento, para comenzar a creer que era una persona valiosa que podía aprender, para desear aparecer en público para alentar a otros alumnos a salir de la marginalidad. Sin embargo, no era lo suficientemente fuerte como para tolerar el elogio. No mucho después de que aparecieron los avisos en TV, Denise comenzó a faltar a clases y luego dejó de asistir por completo. Despareció de la vista por un tiempo, hasta que uno de los otros estudiantes descubrió que formaba parte de un grupo de gente indigente, que vivían en los bosques cercanos a la ciudad. Una de las mujeres que había sido cercana a ella y uno de los maestros hicieron contacto con ella y ella comentó algo acerca de volver…pero nunca lo hizo. Denise podía enfrentar el fracaso y la humillación, pero la perspectiva de éxito le había resultado muy atemorizante.